Hay cosas que pasan de un día para otro, sin imaginarlo en un par de segundos todo cambia. Una caida, un golpe, un accidente, todo cambia. El camino se hace eterno, las lágrimas empañan la vista, la angustia, la ansiedad.
Personas que queremos por alguna razón se van, no para siempre, pero se alejan sin que podamos hacer algo para remediarlo. Fuerzas ajenas a las nuestras impiden que estemos cerca de ellos, y duele.
Y al correr los días, nos hacemos más fuertes, y creemos que pronto vendrá la solución, que vamos a secar de una vez por todas las lágrimas y que volveremos a casa felices, sin apuros como antes solíamos hacerlo. Nos ponemos más irritables, poco amistosos, porque ese problema amarga la garganta y el corazón, y no hay nadie que sepa por lo que pasas sino más que tú mismo que lo vives a diario.
Pero Dios existe, y hay ángeles presentes que cuidan a ése que se fue lejos por un tiempo, quizás no fue mucho, pero a mí se me hizo eterno. Cuando la vi (ángel) no me simpátizó mucho, otra vez presente mis prejuicios, pero de a poco la fui conociendo, y me di cuenta de su alma dulce y acogedora, y me agradó que fuese ella una de sus compañeras.
Hoy que vuelve a estar aquí, con nosotros, a ti ángel no creo que vuelva a verte otra vez, quien sabe, pero gracias por tu cariño desinteresado a pesar de que no fui muy agradable la primera vez, y porque no me sentí tan lejos mientras estuvo allí. Ojalá todo salga bien para ti, y que tú también vuelvas a casa pronto...